COMIENZO A COLGAR ARTÍCULOS EXTRAÍDOS DEL QUE HUBIERA SIDO MI CUARTO LIBRO, PERO QUE POR LAS RAZONES SOCIOSANITARIAS EN LAS QUE ESTAMOS INMERSOS DECIDÍ POSPONER. ESTE APARTADO, NO OBSTANTE, ESCRITO EN EL 2018 COBRA AHORA UN SIGNIFICADO MAYOR.
De vez en cuando surgen de en medio del “endiosamiento” al que hemos elevado a la medicina convencional “hijos” críticos, que, sin alejarse de planteamientos basados en la evidencia y apoyándose en argumentos y hechos con base científica, reconocen con modestia y honestidad que ésta, “su madre”, no está contestando las “preguntas incómodas” que muchos de ellos le hacen, y solo reciben un “sí, porque lo digo yo”… Entre ellos, merece un lugar destacado el ya fallecido Dr. Jean Seignalet (*), quien para cuando decidió buscar las respuestas que “su madre”, la formación médica de élite que había recibido, no le daba, ya ocupaba un lugar destacado en el “Olimpo” de los médicos de la más alta especialización.
En su magnífica obra, La Alimentación: la tercera medicina (Seignalet, 2004) explicaba lo que le llevó a esta búsqueda de respuestas:
La patogenia (mecanismos de desarrollo) de numerosas enfermedades permanece desconocida o muy mal conocida. Citemos en este cuadro el asma, la rinitis crónica, las alergias, los numerosos estados auto-inmunes, el acné, la psoriasis, las aftas de Behçet, la colitis, la enfermedad de Crohn, la rectocolitis hemorrágica, la néfropatía de la IgA, la fibromialgia primitiva, la diabete de Tipo 2, la gota, la depresión nerviosa endógena, la esquizofrenia, la enfermedad de Alzheimer, la aplasia medular, las hemopatías malignas, los cánceres, y esta lista no es exhaustiva.
Nuestra ignorancia de los procesos que conducen a la génesis de estas diversas afecciones tiene desgraciadas repercusiones sobre el plan práctico. No sabemos prevenir estas enfermedades y, cuando se declaran, nuestras terapéuticas son ineficaces o insuficientemente eficaces o muy raramente eficaces. Lo ideal sería de combatir las causas (tratamiento etiológico), lo que sería más benéfico, que si cuidamos solamente las consecuencias (tratamiento sintomático) con resultados inconstantes o limitados.
Esta carencia patogénica que conduce a una insatisfacción terapéutica es muy irritante para el médico. Esta irritación crónica un día me condujo a plantearme la pregunta clave:” ¿Cómo puede ser, con los importantes progresos realizados en numerosas ciencias, que seamos todavía incapaces solucionar el mecanismo de tantas enfermedades?” Y una respuesta probable era la siguiente: “La creciente complejidad de la medicina ha llevado a la mayor parte de clínicos e investigadores de alto nivel a una especialización cada vez más estrecha. Por tanto, no conocen más que algunas facetas de un estado patológico pero no las otras. Esta visión parcial les impide llegar a una concepción global del problema”.
El Dr. Jean Seignalet no era un médico etiquetado de “naturista” o “alternativo” o “raro” (entre las muchas calificaciones que se suele poner a los que hacemos una medicina o terapia no convencional) y aunque no se mostraba públicamente a favor de nuestras terapias, las Holísticas, tampoco las criticaba. Sin embargo, la conclusión a la que llegó tras su ingente investigación (de la que deja constancia su obra), como reflejan ya las palabras introductorias de su libro que he citado anteriormente, recogen, sin lugar a duda, la visión o paradigma en el que nos sustentamos: somos seres vivos donde las variables que interactúan con nuestra salud y enfermedad son múltiples y están entrelazadas. El investigó, sin buscarlo, entorno a esta visión holística, aunque lo hiciera desde el plano puramente fisiológico y bioquímico, sin entrar en otras variables consustanciales a nuestro equilibrio, como las emociones y las creencias (de las que yo sí hablaré en la Segunda parte de esta obra). El hecho de que en los últimos años de su vida se encontraba más cercano a nuestra visión de la salud, queda claro cuando aceptó la invitación en el año 2001 de participar como ponente en un congreso internacional que tuve el gusto de organizar junto con mi buen amigo, ya fallecido también, Luis Arnaiz (pionero en España de la Terapéutica Ortomolecular). Durante 4 días reunimos en el Aula Magna del Hospital San Pablo de Barcelona a algunas de las mayores referencias a nivel nacional e internacional en el campo de las Medicinas No Convencionales e Integrativas. Tuve el gusto de escucharle y luego conocerlo en persona. Fue magnífico verle presentar un resumen de su teoría con el aplomo y la tranquilidad de decir lo que le apetecía porque ya no tenía que demostrar nada a nadie, ni convencer, solo informar sin la “venda en los ojos” que a otros les impide ver.
(*) El Dr. Jean Seignalet fue doctor en medicina. Autor de más de 200 publicaciones en las principales revistas médicas en lengua inglesa y francesa (muchas con comité de lectura), su actividad médica siempre estuvo relacionada con la química y la biología. Trabajó como médico inmunólogo en el hospital Saint-Eloi (Laboratorio de Inmunología) de Montpellier (Francia) y fue catedrático en la Universidad de la misma ciudad (no olvidemos que la Universidad de Montpellier ocupa siempre un lugar destacado en el ranquin mundial en calidad formativa). Empezó a estudiar medicina en 1953 y tras 9 años de estudios y especialización, se dedicó a la biología, trabajando esencialmente sobre el sistema HLA (Antígeno Leucocitario Humano o Antígeno de Histocompatibilidad Mayor, algo así como el “DNI de nuestras células”), sin abandonar la práctica clínica. Dirigió durante 30 años el Laboratorio de Histocompatibilidades de su hospital. Fue pionero en el trasplante de órganos y tejidos, en especial los renales (siendo citado y consultado por especialistas de todo el mundo). En 1988 comenzó a investigar sobre el mecanismo de ciertas enfermedades y a tratarlas con un cambio dietético. Como ha reconocido públicamente en diferentes entrevistas, lo que le llevo a esta investigación fue constatar como una depresión endógena que padecía (estando en la cúspide de su prestigio profesional y disfrutando de un feliz entorno familiar y social) y que no pudo ser solucionada por sus colegas psiquiatras de Montpellier, cedía en tan solo 5 a 6 meses y le hacía recuperar la estabilidad emocional con… ¡un cambio dietético! (que se propuso tras escuchar a uno de esos “raros” que decimos que la alimentación cura o envenena, según el hábito), del que hablaré posteriormente en el capítulo dedicado a la Poliartritis y la Enfermedad Inflamatoria Intestinal. Su primer objetivo fue estudiar el reumatismo inflamatorio autoinmune, dados sus profundos conocimientos sobre inmunología. Trabajó con pacientes voluntarios enfermos de Poliartritis Reumatoidea, quienes siguieron las prescripciones dietéticas correctamente durante un año. Los resultados fueron de un 78% de éxitos claros y durables; y un 22% de éxitos no tan claros (el escéptico que lo compare con los resultados de la reumatología moderna en esta área…). Esta experiencia la trasladó posteriormente a otras patologías autoinmunes, donde el porcentaje de resultados positivos no siempre fue el mismo, pero en muchos casos, muy superior a los obtenidos con tratamientos convencionales, como atestigua de manera clara y precisa su obra. En 1998 publicó «L’Alimentation ou la Troisième Médecine» (La alimentación, la tercera medicina, 2004 en España). En 2003 publicó «Prévenir et guérir 91 maladies incurables par l’alimentation» (Prevenir y sanar 91 enfermedades incurables, por medio de la alimentación). Falleció en Montpellier el 13 de Julio del 2003. |
Uno de mis objetivos al escribir este libro es, no solo demostrar mi agradecimiento a las docenas de profesionales médicos y no médicos, profesores, biólogos, naturópatas, etc, que me han ayudado a ejercer la profesión a la que he dedicado ya más de treinta años de mi vida y confeccionar, poco a poco, una estrategia prosalud con la que he ayudado a miles de personas, sino demostrar con argumentos sólidos y pruebas convincentes, que nuestra “medicina” merece el justo reconocimiento que la sociedad ya le está dando, pero que los organismos públicos y las entidades que se nutren de la ignorancia, el populismo y el mal ajeno se niegan a darle. Sé que no contamos con grandilocuentes y multitudinarios ensayos clínicos, como los que enarbolan los creadores de fármacos, lo sé, o al menos no tantos como ellos, pero los hay, como veremos, y también contamos con millones de personas agradecidas por todo el planeta que son experiencias vivas de que se puede hacer una MBE, aunque las evidencias no estén sujetas a protocolos interesados.