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Estimado amigo, para entender este post te recomiendo que leas el de hace una semana, con el mismo título, de otro modo, será difícil que comprendas estas “reflexiones cítricas”. Incluso, si ya lo leíste, no estaría mal releerlo, que son 5 minutos, para conectar el pensamiento.

Creo que todos coincidiremos en que son varios los factores que condicionan “nuestro jugo cítrico”. La genética (ese código que parece que nos encadena inapelablemente a nuestro destino), la epigenética (que afortunadamente ha demostrado que los genes e incluso sus polimorfismos se expresan de maneras bien diferentes en función de otros factores que no son genéticos), el entorno, las creencias, las experiencias vitales (el “exprimidor”), nuestra respuesta a estas, y, pienso, que en gran manera, nuestro deseo de transformarnos y “renacer en algo mejor”. Ese difícil y vital equilibrio entre aceptarnos como somos, sin juzgarnos, pero dejando que nuestro espíritu interior, nuestro auténtico ser evolucione y se acerque cada vez más a un ser “espiritual”, o como dijo Lao-Tsé “al camino dulce”, o como expresó alguien mucho más relevante aun, Jesucristo, al afirmar que solo puede ser “feliz quien está consciente de su necesidad espiritual”.

Desde la perspectiva del crecimiento interior es posible identificar los diferentes perfiles que manifestamos a lo largo de nuestra vida, es posible, como vimos, darnos cuenta de si somos más “pomelos” (el “penillas” por todo), o más “limones” (el peleón apabullante) o más “naranjas” (el “dulce” en su pensamiento y trato). Como ya expresé en el post anterior, todos somos una sutil combinación de jugos y, muchos, incluido el que escribe, ha necesitado “el exprimidor” para ver bien lo que sale de nosotros. Lo incuestionable es que el “milagro de la trasformación” (por ejemplo, que alguien muy limón al ser “exprimido” tenga mucho de naranja) solo puede sucedernos si nos hemos rendido ante la evidencia de que estamos aquí para ser mejores personas. Esto no significa que seamos “corderos al degüello” ante la injusticia y, menos aún, ante el sufrimiento ajeno. Debemos conservar una parte de limón, incluso hasta una pequeña proporción de pomelo, para seguir intentando construir un mundo mejor. Esto es lo que trae a mi mente a la “mandarina”…

La mandarina (cuando hablo de mandarina pienso especialmente en la versión más extendida, la “clementina”) es dulce, eso es incuestionable. Pero habréis observado que entre su cáscara y esos suculentos gajos hay una delgada pero eficaz “cámara de aire”… sí, esa que le confiere una de sus más atractivas características, que se monda fácilmente con la mano. Por si no lo sabéis esta cámara resulta de gran interés para aquellos que nos gusta que el fruto que nos comemos tenga el mínimo de tóxicos pesticidas y otros químicos azufrados que se usan con los cítricos para darles brillo y atractivo. Pese a lo que se pueda pensar, la cáscara de la naranja es porosa y los químicos llegan hasta el gajo (no pretendo ahora hablar de alimentación, pero es necesario un recuerdo literal y no alegórico), mientras que esa cámara de la mandarina-clementina mantiene alejado a los mismos del fruto interior. Esta característica literalmente resulta de interés, pero lo cierto es que existen personas dulces que han formado su propia “cámara de aislamiento”…

No juzgo si crear esa cámara ha sido positivo o negativo para ellas. Algunas, muchas víctimas de un entorno familiar que no les comprendía (muchos limones duros y pomelos agoreros) no tuvieron otra que aislarse para protegerse, entrando con los años en un estado de poca sociabilidad. Pienso en algo que me duele especialmente, los muchos niños y niñas, víctimas del abuso de depredadores sexuales, que siendo dulces y con un elevado espíritu natural fueron devastados… unos terminando como una gran parte de pomelo… otros no lo soportaron… y, otros, increíblemente, y por milagroso que parezca, mantuvieron su interior dulce a pesar de pasar por un “ cruel exprimidor metálico”. A nuestro alrededor, dodos los días, conocemos mandarinas, en ocasiones no lo parecen porque “no se dejan ver” hasta que están seguros de que no les haremos daño. Creo, estimado lector, que a estas alturas tienes claro quien tiene un perfil mandarina. Si alguna vez conoces a alguno(a) le verás en la “esquina de la caja de fruta” intentando pasar desapercibida(o), observando con agradecimiento la vida, pero sin vivirla en su plenitud. Son almas que han sufrido los avatares de la vida y siendo muy dulces han decidido “aislarse” para no sufrir. Es curioso que la palabra “avatar” tiene dos acepciones, en occidente “avatar” lo definimos como un “suceso inesperado que produce un cambio brusco en la marcha de una cosa”, pero en la India “avatar” significa TRANSFORMACIÓN. No obstante, creo que las dos definiciones tienen mucho en común, ya que los cambios bruscos (exprimidor) nos transforman. Muchas mandarinas también poco a poco pasan a un “estado de naranja” y entonces se convierten en los mejores maestros que podamos imaginar, porque su dulzura rompió el cascarón del miedo, eliminó la cámara de aislamiento, y ahora son capaces de repartir dulzura mejor aun que si hubieran sido siempre naranjas, porque ellos han sentido el dolor, el miedo, la incertidumbre y han demostrado que se puede no estar resentido contra la vida, contra “su suerte”… Es ese tipo de zumo que yo recomiendo literalmente a muchos de mis pacientes cuando pasan por procesos oncológicos y deben tomar algún medicamento de difícil sabor… les digo “mézclalo con zumo de mandarina que seguro lo tolerarás mejor”.

Reconozco que mi “ancestral jugo limonero” se siente un poco atraído por el jugo de lima, pero tal como yo mismo he experimentado que la lima “es un espejismo”, muchos de vosotros habéis conocido tipologías “lima” y comprobado que hay que ser cuidadosos para no confundirse con los jugos. Veamos…

No hay duda de que la lima es sofisticada (no hay mas que ver el precio que tiene en la frutería en comparación con sus otros hermanos cítricos) y rezuma cierto atractivo. Es probable que el hecho de formar parte de las bebidas más originales y combinarse habitualmente con licores y florituras mil, le otorguen ese punto entre misterio y sensualidad. No es lo mismo decir “me voy a tomar un zumo de naranja con limón” que decir “me he preparado un zumo de lima con aroma de menta y pizca de jengibre”… Vamos que así a uno “se le queda cara de bobo”. Hoy en día encontramos muchas versiones masculinas y femeninas de “lima”, pero todas ellas tienen en común que de entrada te atraen, ese puntido ácido, pero no tan directo como el del limón y una presentación que te confunde y casi esperas su agradable sabor como si fuera dulce, pero no lo es. La lima o “el lima” son fundamentalmente lo que ellos quieren ser, seductores(as) o embaucadores(as) que se las prometen inicialmente de ser justo el zumo refrescante que necesitas, ese que “te mereces”, el que, si es político, tratará de conquistarte con su locuacidad aplastante y la genialidad de sus argumentos y contraargumentos (aunque sus promesas el tiempo demostrará estaban vacías de contenido), y si es tu propuesta de pareja, será lo que tú quieres que sea hasta lograr sus objetivos. En el reino animal, lo más parecido a “la lima” es “el camaleón”, que tiene una extraordinaria capacidad de adaptación y mimetismo con el entorno. Si estás pensando, querido amigo o amiga, que me lees, que al perfil “lima” se le reconoce con facilidad, es que no has sido blanco deseado de uno de ellos. Así como al limón se le ve venir y no esconde su arrogancia en unas ocasiones o su impaciencia en otras, y puede también buscar objetivos similares a la lima, para el no existe el disimulo, digamos que el limón se muestra tal cual es, si te gusta bien y si no “tu te lo pierdes”, mientras que la lima o “el lima”, tiene tal capacidad de mimetizar que si desea cruzar su jugo con una naranja, parecerá dulce como una naranja, si quieres sacar algo del pomelo es capaz de pasarse el día ratificando las quejas de este, e incluso hasta el seguro y fuerte limón puede creerse que ha encontrado u otro limón a quien admirar o a una naranja que le de la dulzura que en el fondo el sabe que necesita…. Todos ellos, todos, pueden ser mimetizados por la versátil lima (masculino o femenino). La Psicóloga clínica que trabaja en nuestro gabinete, les pondría otro nombre a estas(os) limas… sociópatas integrados.

¿Puede una lima, bajo pruebas severas de la vida (exprimidor) cambiar su esencia interior hasta el punto de dulcificarse o bien mostrarse de manera más auténtica?… Por supuesto, pero es probablemente la tipología más difícil de cambiar, he conocido de cerca “limas” que aun en los momentos más duros de la vida, cuando el exprimidor solo le estaba dejando la cáscara, seguían aferrados(as) a mantener sus objetivos egoístas pese a todo.

En fin, estimados lectores. La vida es aprendizaje, las pruebas y las dificultades pueden sacar lo mejor de nosotros, como cuando aplastas las uvas y logras un excelente vino, o comprimes las aceitunas y logras el preciado aceite. Nadie está condenado a permanecer impávido al paso de su vida como si fuera un simple espectador, todos somos dueños y señores de nuestra actitud frente a ella. Aun en las circunstancias más adversas, como las que experimentaron lo prisioneros de la Alemania nazi, todos tenemos algo que nadie nos puede arrebatar, y es la actitud interior con la que afrontamos cada circunstancia, la manera en que decidimos andar el camino. No tenemos control sobre lo que ya pasó, ni tampoco sobre los sucesos imprevistos que pueda acaecernos, pero cada día que nos levantamos tenemos la posibilidad de que nuestro jugo de cítricos sea como mínimo honesto y si es posible más dulce. Feliz fin de semana. Felipe