Lo primero que deberíamos tener en cuenta todos los que vamos tomando posiciones en las “trincheras” para defender nuestras teorías científicas, es que lo científico de hoy puede que deje de serlo mañana y lo tildado alegremente de pseudocientífico hoy puede ser reconocido como base de futuras aplicaciones médicas. Hace unas cuantas décadas las alegaciones de Bohr y Heisenberg sobre la física cuántica y el principio de la incertidumbre no se habrían considerado científicas, pero hoy se enseñan sus preceptos (lo poco que realmente conocemos) en algunas de las mejores facultades de ciencias del mundo. Las reglas que consideramos científicas para medir lo científico, no dejan de ser aproximaciones de un mundo complejo del que conocemos “los contornos”. Si esas reglas, que por otro lado las usamos para sentirnos seguros y tratar de entender nuestro entorno, se desmoronan en mayor o menor medida, todo lo que hemos objetivado bajo su rasero será presumiblemente incompleto o hasta falso. Algunos que hemos sido pragmáticos por naturaleza y hemos necesitado cuantificar bajo el prisma de lo “reconocido científicamente”, no nos ha quedado otra que abrir la mente y evolucionar al toparnos de narices con evidencias de que somos mucho más que lo que vemos. En este sentido ya está superado el paradigma celular que postulaba que todas sus actividades eran bioquímicas. Ahora sabemos, sin duda, que su biología es bioenergética también. Y ¿quién puede afirmar que la medicina del futuro no se limitará simple y llanamente a enviar mensajes a nuestras células que induzcan cambios, primero bioenergéticos o biofísicos y luego bioquímicos, para posteriormente lograr cambios metabólicos e incluso orgánicos o estructurales, trascendentales?… Investigadores de primer nivel en todo el mundo consideran que estamos viviendo actualmente bajo paradigmas científicos que serán caducos en un futuro no muy lejano.
Pero yo no soy ningún experto en bioenergética y terapias vibracionales, yo soy más “carnal”, pero si puedo hablar de una realidad que conozco: Estoy harto de escuchar a supuestos especialistas en diferentes campos de la salud decir que cuando la enfermedad se manifiesta clínicamente, especialmente si es grave, el cambio dietético carece de valor. Lo he escuchado decir y se lo han dicho a pacientes que me consultan con afecciones autoinmunes, multisistémicas, idiopáticas (manera bonita de decir “no tenemos ni idea”) e incluso oncológicas. Es decir, aceptan en el ámbito más ortodoxo que la alimentación puede, directa o indirectamente, estar detrás de hasta el 70% de las enfermedades, pero ¡ironía!, cuando se manifiesta la enfermedad “ya no tiene importancia lo que comamos”… Y ¿eso es un proceder científico?. Igualmente, los científicos “oficiales” y hasta los nutricionistas “oficiales” dicen que no hay que suplementar con micronutrientes a no ser que se constante una deficiencia en una analítica. Pero ¿qué hay de los miles de evidencias que existen en todo el mundo y miles de ensayos clínicos que demuestran su interés y efectividad? ¿es que en este país no leemos?, y ¿acaso se pueden medir en una analítica en sangre lo que hay en el medio intracelular? (no al menos con las analíticas convencionales), o cuando se presenta un proceso inflamatorio ¿por qué se receta un antiinflamatorio, con importantes efectos secundarios, sin primero comprobar cuestiones tan básicas como el nivel de estrés oxidativo o el perfil de eicosanoides, factores claves en la etiología de la inflamación?…. Y los que hacemos esto último ¿somos pseudocientíficos (usando analíticas reconocidas por la ciencia que ellos pregonan) mientras que su acto simplista y deshumanizado de soltarte el antiinflamatorio sin mayores consideraciones es científico? ¿es científico recetarte un antidepresivo porque te encuentras deprimido(a) sin indagar a fondo en los motivos, generalmente sin valorar siquiera si el paciente necesita más una buena psicoterapia o ayuda para reconducir o gestionar de otra manera ciertos aspectos de su vida?… Y si es bioquímico ¿qué es más científico, prescribirle el fármaco, o hacer antes un aminoacidograma mediante cromatografía líquida de alta resolución y analizar detalladamente el perfil de los precursores de los neurotransmisores (como algunos hacemos de manera cotidiana en nuestras consultas)? ¿y si el problema está relacionado con las catecolaminas por un agotamiento de dopamina (después de meses o años de estrés crónico) y le ha prescrito un IRS (inhibidor de la recaptación de la serotonina) que no es lo que necesita?… ¿qué es científico y qué es pseudocientífico?… o ¿si resulta que es su “segundo cerebro” (intestino) el origen de su problema emocional (como se ha demostrado que es el caso en bastantes ocasiones)? ¿le haremos un estudio detallado de su microbiota?… Insisto ¿qué es científico y qué es pseudocientífico?. Y en el proceso inflamatorio susodicho ¿qué es más científico, recomendarle un AINEs (antiinflamatorio no esteroideo) que es un potente inhibidor de la COX-2 (Cicloxigenasa 2) factor clave de la cascada enzimática que provoca la inflamación, pero que por desgracia no distingue e inhibe también la COX-1 (Cicloxigenasa 1) fundamental en la reparación y protección de la mucosa gastrointestinal, o bien buscar una alternativa como la Boswelia Serrata o similares (planta con siglos de experiencia en su uso y cientos de ensayos clínicos que demuestran su efectividad) que solo inhiban la COX-2, sin afectar a la COX-1?… ¿es acaso más científico recetar el AINEs y luego endosarle un Inhibidor de la bomba de protones (fármaco protector gástrico) que se ha demostrado, sin lugar a duda, que a medio-largo plazo genera disbiosis intestinal?… ¡por favor! esta estrategia puede estar justificada en cuadros agudos, pero ¡es una de las estrategias convencionales en infinidad de consultas diarias donde existe dolor crónico o inflamación crónica!.
Se prescriben protocolos farmacológicos bajo el paraguas de “eficacia clínica probada” y se desprecian o menosprecian medicinas que han demostrado eficacia durante siglos, que ya ayudaban al enfermo y acompañaban al doliente mucho antes de que existiera la moderna industria farmacéutica. Me pregunto. ¿qué “poder divino” les ha otorgado la exclusiva de la eficacia y lo “científico” a protocolos farmacológicos que en realidad, como toda medicina, unas veces funcionan y otras no?, y en todo caso, cuando sí funcionan lo hacen bajo la premisa de la urgencia, donde, debemos reconocerlo, la medicina convencional salva miles de vidas todos los días. Todavía recuerdo a un antiguo alumno, médico, jefe del servicio de urgencias de un importante hospital del país, que con una mente abierta y perspicaz se “adentró en nuestro mundo” (se formó en Nutrición Celular Activa durante un año) y me dijo una gran verdad: “mira, Felipe, por eso me encuentro satisfecho con el trabajo que realizo, sé que puedo salvar vidas diariamente, donde esta medicina (refiriéndose a la nuestra) sirve de poco en esos momentos. Un fármaco bien escogido puede determinar si vive o no”, – y seguidamente me dijo- “pero yo no podría ya trabajar en consulta de medicina general y tratar cuadros crónicos, en eso fracasamos”… ¡Qué sinceridad y que gran verdad!. Hace unos años que ya no le veo, pero un amigo mutuo me dijo, no hace mucho, que ya abrió su consulta de Medicina Integrativa y utiliza la Nutrición Celular Activa para ayudar a sus pacientes. Estoy seguro de que médicos de este perfil, que conocen lo bueno de ambas medicinas, saben que lo científico y lo pseudocientífico se puede encontrar a ambos lados de la línea que separa los métodos de la medicina institucionalizada o convencional y la Complementaria o Integrativa. Una línea o frontera que debemos difuminar, y un día quizás eliminar, para hacer una sola medicina. El mayor beneficiado será el paciente y el mayor perjudicado… la Industria Farmacéutica.
En estos momentos, mi mano derecha en la clínica que tengo el gusto de dirigir, es un excelente médico, con treinta años de experiencia como otorrino, que desde hace unos 15 años fue asistiendo a nuestros congresos y cursos sobre Nutrición Celular Activa y poco a poco fue combinando ambas medicinas. No reniega de la cirugía o los fármacos cuando son necesarios, pero como su visión es “medicina de la persona” ha aprendido a conjugar ambos paradigmas de salud. De hecho, trabaja en la medicina pública por las mañanas, y en nuestra clínica de medicina integrativa por las tardes, dentro de un equipo multidisciplinar con una visión holística (global) de la salud y la enfermedad, donde nos esforzamos por ver al enfermo desde una óptica multifactorial, valorando la interrelación entre órganos y sistemas, pero también entre los factores psicoemocionales, los hábitos de vida y la tendencia de su Terreno Biológico. De esto último, la importancia del Terreno Biológico hablare en un próximo post.