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Disruptores endocrinos: hipotiroidismo. Parte 2. Por Felipe Hernández

Actualmente pueden encontrarse en el mercado unas 150.000 sustancias químicas sintéticas. Cada año se introducen 1.000 nuevas sustancias, la mayoría sin una verificación y revisión adecuadas. En el mejor de los casos, las instalaciones de verificación existentes en el mundo pueden someter a prueba únicamente a 500 sustancias al año. En realidad, sólo una pequeña parte de esta cifra es sometida realmente a prueba.  A esto podemos añadir que los fabricantes utilizan las leyes sobre secretos comerciales para ocultar al público el acceso a toda la información sobre la composición de sus productos y que los estudios sobre impacto de toxicidad de los químicos analizados se suelen realizar sobre sujetos adultos de determinado peso, obviando así el efecto mucho más crítico sobre la población infantil y especialmente el impacto en la fase de gestación.

Aunque ya han pasado veinte años, la magnífica obra “Nuestro futuro robado” de Theo Colborn, Dianne Dumanoski y Pete Myers  (Ecoespaña y Gaia-Proyecto 2050) y su revisor, coeditor y prologuista para España José Santamarta ponen el dedo en la llaga cuando declaran:

“La industria química trata de desacreditar las conclusiones de Nuestro futuro robado, al igual que hasta hace poco hizo con los CFCs, o como las campañas de la industria del tabaco negando la relación entre el hábito de fumar y el cáncer de pulmón. La Chemical Manufacturers Association, entidad que agrupa a las mayores multinacionales de la industria química, el Chlorine Chemistry Council, el American Plastics Council, la Society of the Plastics Industry y la American Crop Protection Association (los grandes fabricantes de plaguicidas), han recolectado grandes cantidades de dinero entre sus asociados para lanzar una campaña contra el libro Nuestro futuro robado. Cuando en 1962 se publicó el libro de Rachel Carson Primavera silenciosa (Silent Spring), la revista de la Chemical Manufacturers Association tituló la reseña del libro «Silence, Miss Carson». La industria del cloro, agrupada en el Chlorine Council, que agrupa a empresas como DuPont, Dow, Oxychem y Vulcan, gasta anualmente en Estados Unidos 150 millones de dólares en campañas de imagen y de intoxicación informativa. En España la empresa encargada por los fabricantes de PVC de intoxicar a la opinión pública es la Burson- Marsteller.  Treinta y cinco años después, la misma industria que casi acaba con el ozono, que ocasionó el accidente de Bhopal y que fabrica miles de sustancias tóxicas, se enfrenta al desafío de Nuestro futuro robado. Las empresas Burson-Marsteller, Edelman y Hill & Knowlton, dedicadas al lavado de imagen de la industria del tabaco, de dictadores, del PVC y de empresas contaminantes, muchas de ellas del sector químico, realizan campañas de intoxicación contra los científicos, periodistas y las organizaciones no gubernamentales, tratando de impedir, o al menos reducir, los efectos de libros como Nuestro futuro robado y decenas de estudios científicos, informes y artículos sobre los efectos de las sustancias químicas que actúan como disruptores endocrinos”.

Estimado lector, si tú sientes vergüenza por el género humano, ya somos dos… Solo consuela pensar en los millones de buenas personas que todavía pisan este extraordinario planeta. Pero la realidad es que “si la Tierra es un ser vivo, lo humanos, como especie, somos su gran PARÁSITO”.

La perdurabilidad de estos tóxicos en el ambiente queda clara al observar lo ocurrido con el DDT. Después de décadas de su prohibición todavía se encuentra presente en la placenta de las mujeres que dan a luz. Ya en el año 2006 un equipo del Hospital Universitario San Cecilio, en Granada, bajo la dirección del pionero español Nicolás Olea, analizó el contenido de 150 placentas de mujeres que habían dado a luz, constatando que el 96% de ellas presentaba DDT, además de otros ocho diferentes pesticidas. En EE.UU. se han realizado pruebas similares, llegando a la misma conclusión.

La incidencia en las alteraciones tiroideas se está multiplicando de una manera muy preocupante. Cuando yo empezaba mi actividad profesional de vez en cuando consultaba alguien por hipotiroidismo, mientras que ahora mismo se han generalizado tanto (hipotiroidismo funcional y subclínico, hipotiroidismo autoinmune o de Hashimoto, etc) que muchos pacientes que acuden a consulta por otros trastornos de salud asumen con cierta naturalidad su hipotiroidismo (con la consecuente toma de Levo-tiroxina por tiempo indefinido) dado que conocen a muchos otros que también presentan esta alteración.  No puedo menos que pensar que tiene que haber un factor causal de tipo medioambiental. Pero ¿hay evidencias que me hagan pensar así?…

Existen tres ejes básicos en la actividad endocrina: hipotálamo-hipófisis-gónadas, hipotálamo-hipófisis-tiroides e hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (adrenal), y si está más que comprobado el efecto perverso de los disruptores endocrinos a nivel gonadal y adrenal, no lo es menos en el caso de la tiroides. Existen 150 disruptores que se ha constatado que son perjudiciales para la tiroides y también se han establecido  claramente los 12 mecanismos por los que pueden provocar dicha alteración (ver recuadro: “Una paciente intoxicada con una tiroides alterada”). Uno de estos mecanismos es influir en el patrón de síntesis y metabolismo de la TSH (Hormona Tiroidea), como, por ejemplo hace un xenobiótico del que no nos escapamos completamente nadie, el PBDE-99, un retardante de llama utilizado ampliamente en la fabricación de muebles y sofás.

Una paciente intoxicada con una tiroides alterada

Hace ya diez años, una sonriente chica de algo más de treinta años, acudió a mi consulta para hacerse un chequeo básico. No presentaba grandes problemas de salud, solo sinusitis crónica, dermatitis de contacto y ligero insomnio. Al realizarle un Electrosomatograma comprobé que presentaba una acidosis tisular severa, inusual para una sintomatología escasa. Los lóbulos tiroideos indicaban una cifra especialmente alta, muy por encima de los valores recomendados. Sospeché una posible intoxicación química y solicité un análisis de cabello al laboratorio norteamericano con el que trabajo hace muchos años. El resultado, como se puede observar en el primero de los análisis, fue demoledor, 7’4 mcg/gr., cuando el máximo recomendado es de 1’1. Sospeché que pudiera existir alteración tiroidea por lo que le recomendé que pidiera a su médico de primaria un análisis de TSH y de Anticuerpos Antitiroideos para descartar una afectación autoinmune a ese nivel. La médica de primaria fue reticente (como ocurre casi siempre que la petición llega del “sector no convencional”) pero accedió, confirmándose la sospecha con unos niveles de anticuerpos antiperoxidasa tiroidea muy elevados.

En esos momentos yo me encontraba inmerso en el estudio del impacto de metales pesados en el sistema inmunitario, así que me interesé sobre manera en este caso y “buceando” descubrí que existía un síndrome, llamado Síndrome de Huelva, que se habías producido años atrás en la provincia que lleva su nombre, que se manifestaba como un Hipotiroidismo de tipo autoinmune y cuyo origen fue la exposición a niveles elevados de mercurio en el ambiente, en este caso de origen industrial. Instauré un tratamiento natural de detoxificación, con compuestos azufrados, selenio, clorella, N-Acetil-Cisteína, vitamina C, Ácido Alfa Lipoico, Desmodium, etc.

Mientras la paciente realizaba el tratamiento, en revisión indagamos sobre la posible exposición al mercurio, dado que ni comiéndose todo el bonito del norte ni llevando 18 empastes oscuros en la boca hubiera llegado a esos niveles (y tampoco era el caso). Me contó una historia curiosa, sobre como cuando era niña jugaban en un patio, al lado de casa,  junto a una fábrica que cerró durante un tiempo y a ellos les trasladaron de vivienda también un tiempo por un posible escape tóxico. ¡La fábrica era de pilas!

No puedo afirmar que esa fuera la fuente de dicha alteración tiroidea, pero lo que sí puedo afirmar es que en la medida que los niveles de mercurio fueron bajando en los sucesivos análisis, sus niveles de anticuerpos bajaron y recuperó la normalidad. Del primero de los análisis al tercero, hay una diferencia de año y medio, lo que deja claro que eliminar metales pesados no es tarea sencilla y más cuando trabajamos solo con técnicas naturales y por vía oral. No obstante, los resultados merecen la pena y, además, normalmente no se presentan niveles tan altos. Es habitual encontrar niveles de 2’3 – 3 ó 4, pero no de más de 6.

MERCURIO resultados

Desde entonces mi interés y experiencia en el impacto de los metales pesados sobre la salud ha aumentado notablemente.