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Disruptores endocrinos: los más vulnerables, los niños. Parte 3. Por Felipe Hernández

Mientras reviso esta sección para mi nuevo libro, encuentro un artículo que nos pone nuevamente ante la cruda realidad del impacto de los tóxicos ambientales, en este caso, sobre los más vulnerables. JAMA (Journal of the American Medical Association) publicaba recientemente (JAMA. Published online September 14, 2016. doi:10.1001/jama.2016) un artículo intitulado: Call to Action on Neurotoxin Exposure in Pregnant Women and Children (Llamada a la acción sobre la exposición de Neurotóxicos en las mujeres embarazadas y niños). En el artículo se enfatizaba que un grupo de científicos, profesionales de la salud y defensores de la salud de los niños pide mayor supervisión, evaluación y reducción de productos químicos neurotóxicos, debido al incremento alarmante en la infancia de trastornos como el autismo y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). JAMA se hace eco del trabajo publicado en el mes de julio en Environmental Health Perspectives, desde donde este grupo de científicos e investigadores (Project TENDR) han lanzado la voz de alarma al respecto.

Después de revisar la evidencia sobre los efectos en el cerebro y sistema nervioso de más de 10 grupos químicos diferentes, en exposiciones tempranas de la vida y desarrollo del niño, el grupo de trabajo presentó un listado de productos químicos neurotóxicos en su declaración. Los ejemplos van más allá de los sospechosos habituales, como plomo, mercurio y bifenilos policlorados (PCBs), también incluyen plaguicidas organofosforados, retardantes de llama polibromados difenil éter (PBDE) y contaminantes atmosféricos relacionados con la combustión. El Grupo acordó que la investigación hace pensar en otros productos químicos tóxicos que actúan como disruptores endocrinos como los ftalatos, que también plantea problemas de seguridad graves. Irva Hertz-Picciotto (PhD, directora del centro de Ciencias de salud ambiental Universidad de California en Davis y codirector del proyecto TENDR) también señaló que miles de químicos todavía no han sido probados en cuanto a sus efectos a largo plazo sobre la función cerebral, por su exposición prenatal y en la infancia.

«Ha habido una explosión de conocimiento en la última década que muestra una larga lista de productos químicos comúnmente usados que son capaces de causar daño neurológico a los niños, especialmente si la exposición ocurre en el útero durante los 9 meses del embarazo o en los primeros años después del nacimiento,» dijo Philip J. Landrigan, MD, Decano de Salud Global en la Facultad de medicina de Icahn en el Monte Sinaí en Nueva York y uno de los 47 coautores de la declaración de consenso. Nueve organizaciones de salud incluyendo el Colegio Americano de Obstetras y ginecólogos y la sociedad de Endocrinología también aprobaron o apoyaron la declaración.

Landrigan es coautor de 2 revisiones sistemáticas en Lancet y Lancet Neurology donde se identifican 11 productos químicos industriales como neurotóxicos del desarrollo en seres humanos. La relación entre sustancias químicas y trastornos en los niños se han establecido principalmente a través de una combinación de estudios toxicológicos en ratas y ratones y estudios epidemiológicos prospectivos en seres humanos, explicó.

Uno de los objetivos del proyecto TENDR es romper el hábito de la industria de sustitución de un tóxico probado por un agente similar que puede ser tan malo o peor, una estrategia conocida como «lamentable sustitución.» Esto es algo que ya comenté al hablar de los BPAs, y es la cruda realidad, la industria solo hace cambios cundo se ve forzada y el cambio lo hará en función de que no exista pérdida económica, aunque eso suponga cambiar “Guatemala por Guatepeor”.  El grupo afirmo que los reguladores también deben tener en cuenta los efectos acumulativos de la exposición a múltiples sustancias químicas tóxicas y el hecho de que muchos productos químicos no tienen ningún «seguro» establecido o límite de exposición. Es decir, más de lo mismo, se pasa por alto el “efecto cóctel” y para colmo “primero fabricamos y vendemos… y luego nos preocuparemos si hace falta”.

Pero es que estamos hablando de que el impacto sobre los no nacidos y los bebes puede ser mucho más alarmante que sobre un adulto. Hertz-Picciotto recuerda en el artículo que  «las neuronas se forman a una tasa de 250.000 por minuto en promedio en el transcurso de un embarazo, y eso es un montón de oportunidades para que las cosas puedan ir mal.»

En junio de este año se tomó una medida aparentemente positiva para lograr el control de esta barbarie, cuando el Congreso de los EE.UU. aprobó una enmienda a la ley de Control de sustancias tóxicas que por primera vez incluye disposiciones para proteger de tóxicos químicos la salud de niños y mujeres embarazadas. Sin embargo,  Landrigan reconoce en el artículo que «Ahora, EPA [Agencia de protección ambiental] necesita los fondos… para hacer cumplir esa ley». Con otras palabras, ¿qué agencia tiene los recursos para semejante hazaña?…

Finalmente,  Hertz-Picciotto pone “el dedo en la otra llaga” cuando afirma que “el hecho de que los médicos, en particular, se mantengan en gran parte silenciosos sobre este asunto, ha creado el sentido de que no es real”.

Ya hace algo más de seis años que otro estudio realizado por investigadores del Centro Columbia de Salud Ambiental Infantil de la Escuela Mailman de Salud Pública de Nueva York (EE.UU.) demostró que la exposición a la contaminación atmosférica durante el embarazo aumenta el riesgo de que el niño presente problemas de conducta relacionados con el trastorno de hiperactividad y déficit de atención (TDAH). Los autores del trabajo evaluaron a 233 mujeres no fumadoras residentes en la ciudad de Nueva York y a sus hijos, desde el embarazo y durante la infancia de los niños, y observaron que los hijos de mujeres que se habían expuesto a elevados niveles de hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) durante la gestación tenían cinco veces más posibilidades de sufrir TDAH y de presentar un mayor número e intensidad de los síntomas característicos de este trastorno. Aunque los científicos no han podido determinar el mecanismo por el que se produce esta asociación, han señalado varias hipótesis, como la interrupción del sistema endocrino, daños en el ADN, estrés oxidativo, o interferencia con factores de crecimiento de la placenta que provocaría una reducción en el intercambio de oxígeno y nutrientes.

Creo que no hace falta recurrir a más estudios científicos sobre este tema, ya que todo lo explicado anteriormente sobre los xenobióticos y disruptores endocrinos es doblemente impactante durante la gestación, el embarazo y la infancia. Recordemos, además, como ya expliqué anteriormente, que el bebe necesita el componente graso “casi tanto como el agua” y que la madre le pasará durante la lactancia “lo que ella tenga” y los peores tóxicos son, recordemos, lipofílicos. Pero no… esto no es óbice para eliminar la lactancia materna, por todo lo bueno que conlleva. Más bien, es una reflexión para que la futura madre tenga en cuenta tomar medidas para evitar tóxicos e incluso, como hacen muchas futuras madres que acuden a mi consulta, realizar una Limpieza Vital previa a la concepción.

En un próximo artículo hablare de como protegernos de tan incontable cantidad de tóxicos y disruptores endocrinos, al menos, en la medida posible…