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Coger un constipado del carajo por pasar la noche a la intemperie. Celebrar la Nochebuena solo en un bar porque has consentido que te ocupen la casa. Recibir el puñetazo de un desconocido sin merecerlo. Todas estas cosas (y más) son las peripecias que vive el protagonista de El Apartamento. En la película, Jack Lemmon interpreta a un oficinista «muy buena persona» que es ninguneado por sus jefes y por la mujer que ama. A pesar de los desprecios manifiestos y los dramas que acarrea, él no ceja en su empeño de ser bondadoso. Algo similar le ocurre al personaje de Forrest Gump. Sin quererlo, estas películas traen a nuestro tiempo el ejemplo perfecto de las personas conocidas en el lenguaje popular como «buenazos».

Inspirándose en ellos, el psicólogo Xavier Guix publica su último libro, El problema de ser demasiado bueno (Arpa), una obra en la que reflexiona sobre la necesidad imperiosa, incluso patológica, que sienten algunos de hacer el bien. A priori, cualquiera diría que esta cualidad no tiene nada de perjudicial. ¡Qué hay de malo en hacer el bien! Lo hay. Y mucho.

Para muestra, un botón. Obviando personajes de ficción, en su obra Guix habla de personas reales, pacientes que sufren verdaderamente por hacer continuamente el bien. Entre los primeros casos, se encuentra una mujer que se sentía mal (pero muy mal) cada vez que no cumplía con lo que ella creía que era su deber. «Todo en ella se medía por sentimientos morales más que por emociones ambivalentes», escribe el psicólogo.

No se puede confundir el ser buena persona con dejar de ser uno mismo, con no desobedecer o con no cumplir las expectativas ajenas. Lo que le pasaba a esta paciente es la «mala bondad«, el término que utiliza el profesional para acercar al lector hacia el problema de ser demasiado bueno.

Sobre la «mala bondad»

«Los problemas de ser demasiado bueno, lo que llamo mala bondad, se asientan en una identidad moral que no se permite otra forma de ser que sentirse buena persona. Dicho de otro modo, el ser y el deber moral se aúnan creando una personalidad atrapada en la imposibilidad de ser lo que es, sino en lo que debe de ser», razona Guix.

Ahora bien, ¿en qué se sustenta una mala bondad? ¿Cuáles son las características que la hacen visible? En la obra, se habla de cuatro columnas primordiales. Por un lado, el principio de obediencia, que viene a ser el cumplir con todas las demandas que los demás esperan de ti. «Imposible desobedecer, de lo contrario no serías buena», explica el psicólogo.

No se puede confundir el ser buena persona con dejar de ser uno mismo, con no desobedecer o con no cumplir las expectativas ajenas. Lo que le pasaba a esta paciente es la «mala bondad«, el término que utiliza el profesional para acercar al lector hacia el problema de ser demasiado bueno.

Sobre la «mala bondad»

«Los problemas de ser demasiado bueno, lo que llamo mala bondad, se asientan en una identidad moral que no se permite otra forma de ser que sentirse buena persona. Dicho de otro modo, el ser y el deber moral se aúnan creando una personalidad atrapada en la imposibilidad de ser lo que es, sino en lo que debe de ser», razona Guix.

Ahora bien, ¿en qué se sustenta una mala bondad? ¿Cuáles son las características que la hacen visible? En la obra, se habla de cuatro columnas primordiales. Por un lado, el principio de obediencia, que viene a ser el cumplir con todas las demandas que los demás esperan de ti. «Imposible desobedecer, de lo contrario no serías buena», explica el psicólogo.

El tercer pilar lo compone la angustia de no ser bueno. Si no hago ‘x’ para tal persona, se enfadará conmigo. Es el runrún eterno de las consecuencias que puede acarrear el no ser lo suficientemente bueno para los demás o uno mismo.

El cuarto punto lo compone una de las mayores consecuencias de practicar la mala bondad: la ira contenida. Guix lo define como «la acumulación de ira no expresada por no permitirse ser ellas mismas». Salvando las distancias con el tema, ¡hasta Los Simpson hablaron de este problema! Cuando Homer intenta camuflar su carácter y no enfadarse por las gamberradas de Bart, le empiezan a brotar unos extraños bultos en el cuello. Es su ira contenida, literalmente.

Emociones que no fluyen

Al final, nuestro cuerpo es como una fuente de agua. Todo sentimiento que entra debe salir. Es parte de la corriente emocional. Si esa ira no se expresa por ningún lado y se guarda en el fondo del armario, terminará aflorando a la superficie en forma de enfermedades psicosomáticas. Es el ejemplo más claro de cómo hacer el bien puede perjudicar a tu salud.

No obstante, no hay que llegar hasta tales extremos para ver los problemas que acarrea la mala bondad sobre las personas. Las bajas laborales por problemas de salud mental son un ejemplo de ello. Según el Estudio de la evolución de los trastornos mentales y del comportamiento en la incapacidad temporal, en España la cifra ha crecido un 17,36% desde 2015, con un total de 865.955 bajas iniciadas en 2021, el último año del que se tienen datos.

El trabajo es uno de los ambientes en el que más nos esforzamos por ser demasiado buenos. En el libro, Guix pone el ejemplo de tres pacientes que representa el problema de muchos trabajadores en España. Así habla de ellos: «Estas personas trabajan en ambientes considerados como tóxicos […] rodeados de malos tratos, exigencias, miedo y la amenaza de que ‘en la calle hace mucho frío’. Ambientes donde abundan las bajas por depresión y ansiedad, donde la mayoría de las personas sufren estrés e insomnio y van tirando a base de pastillas«.

El relato continúa: «Lo interesante del caso que estamos tratando es que a ninguna de las tres se les ocurrió desobedecer, no por incumplir sus obligaciones, sino por no desatender esas órdenes internas de seguir dándolo todo, de implicarse al máximo y adaptarse a la situación, aunque no la comprendieran. Dicho de otro modo, a ninguna se le ocurrió verlo de otra manera, desimplicarse o incluso abandonar el barco viendo que su salud se estaba resintiendo tanto».

Patrón de la buena persona

Al tratarlas, el autor se dio cuenta de que estos tres trabajadores seguían el patrón de las buenas personas: aguantaban estoicamente, no dejaban de autoexigirse, evitaban el conflicto y vivían corroídas por la angustia o el miedo a lo que pudiera pasar. «Dicho de otro modo, no podían soltar esa actitud sumisa y enfrentarse a la situación».

La clave de esa frase es la parte de no poder. La mala bondad no aparece de la nada, es un carácter —o una forma de ser— forjado desde la infancia y que tiene que ver con muchos factores. Por ejemplo, que se inculque desde pequeños un sentido extremo de la obediencia.

La buena noticia es que la mala bondad se puede abandonar. Se puede dar un golpe en la mesa ante una situación tóxica. Pero requiere de entrenamiento. Como en toda fase de deshabituación, el primer paso es reconocerlo. Para eso, Guix confiesa que ha escrito este libro: «Para despertarte si es necesario, de animarte si ya estás en el camino».

https://www.elespanol.com/ciencia/salud/20240306/peligro-demasiado-bueno-dana-salud-mala-bondad-sin-darte-cuenta/837666549_0.html