El virus de Epstein-Barr (EBV) pertenece a la familia de los herpesvirus y tiene una gran prevalencia en la humanidad. Se estima que cerca del 95% de los adultos han sido infectados alguna vez, aunque muchos de ellos lo desconocen, porque en la mayoría de los casos la infección es asintomática o presenta síntomas muy leves como para reconocerla. El EBV es el principal causante de la mononucleosis infecciosa o “enfermedad del beso”1.
Este virus infecta primero a las células epiteliales de la boca y después pasa a los linfocitos B, que son los que propagarán la enfermedad por el cuerpo. Cuando el virus está activo es contagioso y se presenta mayoritariamente en la saliva, por lo que es la principal vía de trasmisión1.
Los linfocitos T CD8+ son los responsables de eliminar a los linfocitos B que presenten el virus activo, pero si el virus está inactivo no será detectado y permanecerá latente en las células. El virus permanece toda la vida en el organismo, puede reactivarse frente a una bajada de defensas pero jamás será eliminado por completo1.
Epstein-Barr y fatiga crónica van muchas veces de la mano
Los que padecen el síndrome de la fatiga crónica suelen presentar un cansancio tal que les impide realizar las actividades de su vida con normalidad, aunque destacan otros síntomas como el dolor muscular y articular, dolor de garganta, cambios de humor y dificultades para concentrarse. Los síntomas son muy heterogéneos entre pacientes y depende mucho del individuo que lo padece2,3.
Hay una importante correlación entre la infección del virus de Epstein-Barr y el desencadenamiento de este síndrome. Por ejemplo, en un estudio de 2013 se observó que estudiantes de 18 años que habían padecido un episodio de mononucleosis infecciosa, presentaban una fatiga anormal aún 6 meses después de la infección aguda4. Esto mismo se ha observado viceversa, pues en personas que padecen el síndrome de fatiga crónica es muy común encontrar este virus de forma latente3.
Al síndrome de la fatiga crónica también se le relaciona con una inmunodeficiencia adquirida, que causa la baja efectividad de las células inmunes, sobretodo las de las células Natural Killer, que son muy importantes en la defensa antiviral. Esta bajada de defensas provoca que la reactivación del EBV sea más fácil3.
El misterio de la fatiga crónica: la multifactorialidad
Entonces… ¿Es el virus la causa de la fatiga crónica? Por desgracia la fatiga crónica es, a pesar de esta correlación, una enfermedad multifactorial, por lo que es muy difícil contestar a esta pregunta de manera segura. Influyen muchos otros factores además del virus que predisponen o mantienen la enfermedad, como la genética o la disbiosis intestinal2, cosa que se detalla más a fondo en otro post de nuestro blog. Por lo tanto, la respuesta mas adecuada sería que el virus de Epstein-Barr es un factor muy importante a tener en cuenta a la hora de diagnosticar el síndrome de la fatiga crónica, pero no es el único desencadenante.
Bibliografía
- Gomez, C. Diagnóstico de la infección por virus de Epstein Barr. 8 (2014).
- Holmes, G. P. et al. Chronic fatigue syndrome: A working case definition. Ann. Intern. Med. 108, 387–389 (1988).
- Klimas, N. G., Salvato, F. R., Morgan, R. & Fletcher, M. A. Immunologic abnormalities in chronic fatigue syndrome. J Clin Microbiol 28, 1403–1410 (1990).
- Abrutyn, S. & Mueller, A. S. A Prospective Study of Infectious Mononucleosis in College Students. 79, 211–227 (2015).