LIMPIEZA VITAL: mi evolución profesional. Extraído de mi próximo libro. Parte 2. Por Felipe Hernández
Esta sección la terminaba hace 15 días con el párrafo:
Y es lógico que te preguntes, y si yo entiendo que hay múltiples factores a considerar a la hora de establecer la estrategia terapéutica, ¿por qué decidí denominar a mi método “Limpieza” Vital?… ¿no es circunscribir demasiado un método que es complejo con múltiples variables?… y además, ¿por qué utilizar una palabra, “limpieza”, que no goza de mucha aceptación en el ámbito clínico?…
Bien, pues me voy a explicar…
En este sentido, seguro también le preguntarían al Dr. Jean Seignalet, cómo decidió denominar a muchas de las patologías que investigó como patologías de “ensuciamiento”. No suena nada clínico, a pesar de ser acuñado por uno de los especialistas en Histocompatibilidad de tejidos más importantes del siglo XX. La razón es obvia, uno no define las cosas, ni su manera de entenderlas, en función de si gustará más o menos o si será más o menos del gusto del oyente o lector, sino de que describa mejor la idea que uno desea trasmitir.
El Dr. Jean Seignalet, demostró que el “ensuciamiento” del medio extracelular e intracelular era el culpable de diferentes patologías, y aunque lo describió con el lenguaje propio de un inmunólogo de alto nivel (pero compresible) su manera de definir los acontecimientos que llevaban a este estado final, tras años, decidió denominarlo así: “ensuciamiento”.
Igualmente, puedo decir que tras todos estos años contrastando los estudios de investigadores de la patogenesis, del metabolismo del hígado, de la fisiología intestinal…, tras analizar el impacto que en estas décadas tienen sobre la salud la exposición a tóxicos y la generación endógena de toxinas, observar que nada funciona bien cuando nuestra mente este inundada de creencias que nos esclavizan y dan lugar a pensamientos y emociones dañinas, y contrastar todo esto con mi experiencia con miles de pacientes… he decidido definir mi trabajo y mis conclusiones dentro de este concepto denominado LIMPIEZA VITAL, ya que el hígado funciona precisamente “limpiando” nuestro organismo de la carga ingente de tantos tóxicos y toxinas (aunque se pueda explicar de manera más o menos compleja, como ya hemos visto en capítulos anteriores), nuestro intestino precisa de una correcta “higiene” para mantener una mucosa integra y un ecosistema bacteriano equilibrado, y hasta nuestra mente necesita “limpiarla” de los pensamientos y creencias que pueden terminar con nuestra salud y hasta nuestra vida. Y ¿la epigenética?… solo confirma, como hemos visto, lo dicho, tal y como expresó con su certero humor el extraordinario Dr. Bruce Lipton: “es el entorno estúpido” (La Biología de la Creencia), es el entorno, el entorno realmente es el que termina imponiéndose, en la mayoría de los casos, a la carga genética. Y ese entorno, querido amigo, hay que “limpiarlo”, a muchos niveles…
¿Qué queremos decir entonces con detoxificar?
Cuando un sistema biológico u órgano no responde adecuadamente, o en equilibrio, puede ser básicamente por dos motivos: fallo metabólico o funcional por deficiencia enzimática o bioquímica o bien por una obstrucción funcional o mecánica del mismo. En ambos casos, tras “acercar la lupa” observaremos que alguno de nuestros protagonistas (Intestino, hígado, cerebro, tóxicos y toxinas…) está presente en el origen del desequilibrio. Dichos bloqueos son el resultado de agresiones tóxicas, derivadas de procesos de origen interno o externo que terminan bloqueando el eje neuro-inmuno-endocrino. Todo puede empezar por una intoxicación paulatina del matrix extracelular, el conjunto de tejidos que dan soporte a las células y desde donde ellas extraen sus nutrientes y depositan sus residuos metabólicos. No olvidemos que se trata del sistema de microfiltrado molecular de toxinas y al mismo tiempo aporta todo un sistema de información biológico trascendental en la interconexión celular. Si no se interviene detoxificando o limpiando dicho matrix las disfunciones se convertirán en enfermedades y, es más, cuando estas ya están presentes, independientemente de que sean necesarias otras acciones propiamente médicas, si no recuperamos la funcionalidad enzimática y bioquímica, el daño estructural reaparecerá nuevamente aunque parezca “vencido”. Para que un medicamento o terapia “X” pueda funcionar con verdadera efectividad es indispensable que el substrato esté libre de toxinas.
Tras años de “violaciones” sistemáticas de las leyes naturales y acumular sustancias tóxicas por alimentación insana, o por exposición consciente o inconsciente a tóxicos, o de traumas, miedos y conflictos emocionales no resueltos, el problema deja de ser bioquímico o funcional y pasa a ser estructural. Por desgracia, llegado este punto las señales “en ámbar” de aviso dejan de funcionar correctamente y la enfermedad se puede presentar sin aviso. En estos años he escuchado tantas veces a familiares expresarse, tras la aparición de una enfermedad grave de un ser querido, de esta manera: “… parece mentira, pero si nunca tuvo nada, estaba como un roble y ahora esto…” (por ejemplo, un infarto con sesenta años o un cáncer con cincuenta). Pero al indagar observas que llevaba muchos años con unos hábitos alimentarios nefastos o con un estrés emocional tremendo o trabajando en un empleo tóxico, expuesto o expuesta diariamente a polímeros plásticos y otros xenobiótico; y claro que había en su tiempo señales de que algo no iba bien, pero no se quisieron ver, el organismo se adaptó y fue formando poco a poco focos de toxicidad (la genial doctora C. Kousmine consideraba los tumores como expresiones metabólicas de intoxicación tras el claudicamiento del correcto funcionamiento del hígado) que dieron lugar a un proceso, primero inflamatorio, más o menos obvio, y luego degenerativo.
Para los lectores de corte más científico, solo les recordaré que el concepto de “limpieza” está fuertemente arraigado en la biología celular. Por ejemplo, en un artículo de 2008 sobre la autofagia en Scientific American, afirmaba que “el funcionamiento del citoplasma es tan complejo … que constantemente se está ensuciando con los detritus de su funcionamiento constante. La autofagia es, en parte, un proceso de limpieza: la recolección de basura que permite que una célula, cuyo citoplasma está agrumado con trozos viejos de proteínas y otros sedimentos no deseados, sea limpiada”. Y explicaba que los problemas con la autofagia podrían contribuir al daño neuronal en la enfermedad de Alzheimer, la de Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas (https://www.scientificamerican.com/article/how-cells-clean-house/). En la década de los noventa, cuando muchos investigadores parecían creer que la autofagia era importante solo en circunstancias especiales, tales como la inanición, Yoshinori Ohsumi, científico japonés, decidió estudiar este fenómeno a fondo. El resultado tras más de dos décadas de investigación le llevaron a recibir el Premio Nobel de Medicina en el año 2016. Hoy en día, los científicos reconocen que la autofagia es fundamental para la buena salud de una célula y algunos se han especializado, describiendo tipos particulares de la autofagia. Es decir, el término de “limpieza”, desde la óptica puramente celular es fundamental, y desde la óptica metabólica, como hemos visto al hablar del hígado, resulta también esencial.
A estas alturas es importante dejar claro que el concepto de la detoxificación aunque goza de absoluta credibilidad en el ámbito de las terapias no convencionales y aunque algunas clínicas de países más vanguardistas en integrar ambas medicinas las utilizan, e incluso, aun contando con el respaldo de la biología celular, experiencias y ensayos de laboratorio que la justifican y millones de resultados exitosos obtenidos por quienes las utilizamos, siguen sin ser aceptadas en la estructura médica más purista, que permanece empecinada en que el metabolismo ya cuenta con mecanismos endógenos para neutralizar toda la exposición común a tóxicos (si acepta el riesgo de trabajadores o actividades de alto riesgo) y aun aceptando que hasta el 70% de las enfermedades pueden tener una relación directa o indirecta con los hábitos de alimentación, siguen bajo el “paraguas de la simpleza” de que hay que comer un poco de todo con moderación y que en enfermedades importantes el cambio dietético a penas si tiene importancia. Los hechos demuestran que están equivocados quienes piensan así, y lo lamento sinceramente, porque están privando a sus pacientes de estrategias que van más allá de paliar los síntomas. En el siguiente capítulo trataré de establecer claramente las razones por las que hoy en día, “hoy más que antes, pero menos que mañana” la salud individual y la salud colectiva pasa inexorablemente por el modo de vida que hemos decidido tener en las sociedades llamadas modernas, uno lleno de aspectos positivos, de adelantos tecnológicos y médicos, de innegable valor, pero también un modo de vida lleno de “interruptores” físicos y mentales, que alejan nuestra vida del equilibrio y la salud. Pero antes, permíteme, estimado lector, dedicar un pequeño espacio a una cuestión que debes comprender bien para que cuando leas en este libro “el Terreno Biológico” sepas a qué nos referimos. Una cuestión que a finales del siglo XVIII e inicio del siglo XIX provocó un ardiente debate entre quienes asentarían las bases de la medicina moderna, debate que terminó teniendo un ganador popular, elevado a los altares, pero que para muchos clínicos e investigadores no fue un justo ganador…
Continuará…