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¿EFECTOS  NEUROLÓGICOS ADVERSOS POR LA INOCULACIÓN DE LOS FÁRMACOS EXPERIMENTALES («VACUNAS») PARA LA COVID?

Hace tan solo dos semanas se ha publicado un relevante artículo titulado:  «La proteína Spike de SARS-CoV-2 en la patogenia de las enfermedades tipo priónicas», escrito por Seneff y colaboradores (https://www.authorea.com/doi/full/10.22541/au.166069342.27133443/v1). Los autores vuelven a explicar la relevancia de ese mal-doblado de las proteínas para las enfermedades neurodegenerativas, y presentan la evidencia disponible a la fecha de que la proteína Spike de SARS-CoV-2 contiene secuencias características de proteínas priónicas. Es tremenda la implicación, ya que las inoculaciones basadas en la proteína Spike (todas menos dos), ya sea que nuestro cuerpo la genere luego de recibir instrucciones (como Pfizer, Moderna, Astrazeneca, Janssen, Sputnik, Cansino) o que nuestro cuerpo reciba Spike (como Novavax) conllevan el riesgo del desarrollo de estas patologías. Seneff y colaboradores explican algunas de las rutas por las que estas proteínas podrían distribuirse en el cuerpo y describen las consecuencias biológicas posibles, incluyendo enfermedades neurodegenerativas, además de los efectos de la proteína Spike en la coagulación, inflamación y resistencia a la insulina. También explican por qué sería mayor el impacto con la proteína Spike vacunal que con la proteína Spike de la infección natural. Los mecanismos propuestos por Seneff y colaboradores podrían ayudar a explicar la inusualmente alta cantidad de eventos neurológicos que están ocurriendo en personas inyectadas, lo que ya ha sido compartido aquí en varias ocasiones. Además, recuerden que las inoculaciones que se aplica la gente con la intención de prevenir la infección por SARS-CoV-2 no previenen dicha infección, incrementan el riesgo de tener COVID, así que el riesgo de tener enfermedades priónicas neurodegenerativas asociadas a Spike es aun mayor en inoculados.

Estudio, que fue publicado en la revista Science of the Total Environment por Ventura Fernandes y colaboradores (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34942250/), titulado (traducido desde el inglés) «Toxicidad de fragmentos de la proteína spike de SARS-CoV-2 en el pez cebra: ¿una herramienta para estudiar su peligro para la salud humana?»

Este estudio fue enviado en octubre de 2020 como pre-print a BioRXiv (https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2020.10.20.346262v1) pero fue hasta marzo de 2022 que logró ser publicado en una revista científica. ¿La razón probable de una demora de dos años? Pues, que es extremadamente complicado publicar algo que contradice, aunque sea poquito, la narrativa de «las vacunas COVID-19 son seguras y sirven». Claro, esa narrativa se basaba en humo, y cada vez hay más evidencia de esto.  

Lo que resultó muy curioso es que tuvieron los autores que ‘cambiar el giro’ del estudio para ser publicado. Si ven la primera versión en BioRXiv, se trataba de un estudio de biomedicina, que reportaba el uso del pez cebra (Danio rerio) como un modelo para estudiar los eventos adversos provocados por la proteína Spike, componente central del mecanismo de acción de casi todas las inoculaciones; es decir, un modelo para estudiar la seguridad de las vacunas. ‘¿Un pez como modelo en biomedicina?’ preguntarán algunos. Sí, es un excelente modelo de estudio, porque es un vertebrado, como nosotros, con muchísima homología genética (somos muy parecidos y nuestro origen es el mismo) y porque produce mucha descendencia en poquitos días, por lo que es mucho más barato y rápido que otros modelos como las ratas y ratones (de hecho, el pez cebra ya se usa para estudiar cáncer y otras enfermedades del humano, incluyendo COVID-19; https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24192099). Entonces, era un estudio muy, muy válido y extremadamente importante, porque cuando se envió a publicar, nadie, salvo los voluntarios de los ensayos clínicos, habían recibido aún las inoculaciones. Sin embargo, si ven la versión publicada, acabó siendo un estudio ecotoxicológico, es decir, usar al pez cebra para ver los efectos de la ‘contaminación de aguas residuales con SARS-CoV-2 en vertebrados de agua dulce’. La verdad es que hay que quitarse el sombrero a la forma creativa que tuvieron los autores para darle la vuelta a la censura y lograr publicar sus hallazgos.

Con ese enfoque ecotoxicológico, reportaron los efectos de la proteína Spike sobre la salud del pez cebra. Fue un estudio experimental, controlado, y muy bien diseñado. Demostraron que si se inyecta el fragmento de la porción N-terminal de la proteína Spike (esta está contenida en la región de la proteína que se une al receptor), los peces presentan eventos que variaron desde la muerte (21.4% de mortalidad en los primeros siete días) hasta eventos adversos en hígado, riñones, ovarios y cerebro. Los eventos adversos fueron descritos como «efectos tóxicos intensos» resultado de una reacción inflamatoria muy severa a la proteína Spike, que dañó los órganos «de una forma semejante a lo que ocurre en casos severos de COVID-19 en humanos».   El daño ovárico fue severo (con atresia folicular, infiltración celular y desorden de la estructura) aunque reversible al día 14. También determinaron que la proteína Spike interactuaba con genes claves que alteran la expresión de diversos otros genes, induciendo un estado pro-inflamatorio sostenido. En el estudio lo que hicieron fue inyectar a 20 hembras adultas,1 microgramo de Spike en 10 microlitros de «solución de inoculación» por la vía intraperitoneal, mientras que el grupo control (5 hembras adultas) solo recibió, por la misma vía, los 10 microlitros de la solución de inoculación, y tuvieron a otro grupo control (llamado «ingenuo», que no recibió nada).  Analizaron también la expresión de genes. Resulta muy interesante que en el artículo original (en Authorea) se menciona la palabra vaccine (vacuna) 24 veces, safety (seguridad) ocho veces, y adverse (adverso) cuatro veces. En la versión que sí logró ser publicada, mencionan 9 veces la palabra vacuna, 1 vez la palabra seguridad y dos veces la palabra adverso. Increíble, ¿no les parece? lo que se tiene que hacer para lograr dar a conocer los resultados de un estudio serio, bien hecho, y de muchísima relevancia. Ese estudio, hecho durante el 2020 previo a la autorización por emergencia de estos productos, era esencial para dar información sobre su (falta de) seguridad, pero no logró ser publicado sino hasta marzo de 2022, sin nada de la publicidad e impacto que se esperaría (¡de hecho, hasta hace un par de días lo encontré!). Al estar en una revista relacionada con toxicología ambiental, es poco probable que médicos, agencias reguladoras y demás antropofauna de acompañamiento lo lean siquiera. ¿Cómo puede ser que uno de los pocos estudios enfocados en la seguridad de esta proteína central para las vacunas no haya logrado ser publicado antes de las autorizaciones? No es que estuviera mal hecho el estudio y por eso no se hubiera podido publicar – vean las dos versiones, no cambió nada experimental ni cambiaron los resultados; solo cambió el enfoque. ¿Se imaginan haber tenido esta información antes? Tal vez menos médicos hubieran creído que lo que algunos pensábamos era ‘teoría de la conspiración’; tal vez menos personas hubieran corrido, con los ojos humedecidos de gratitud, para exponer su brazo y aceptar la inyección.  Ahora que está este producto en el organismo de más de seis mil millones de personas, y que están ocurriendo infinidad de eventos adversos y muertes, solo se puede decir, ‘la explicación de eso que está ocurriendo, la pueden leer en este estudio recientemente publicado, realizado con peces cebra como modelo’.