El plástico como tecnología nos ha facilitado enormemente la vida en la sociedad moderna y, por ello, están por todas partes. Los necesitamos a diario, pero esta comodidad viene con una cara B de la que aún estamos desentrañando sus consecuencias.
En un reciente trabajo, los investigadores han concluido que beber de botellas de plástico está directamente relacionado con la hipertensión y que el aumento de la presión arterial asociado puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.
Se han encontrado microplásticos en la saliva, el tejido cardíaco, el hígado, los riñones y la placenta. Algunos artículos cotidianos, como las botellas de agua, podrían estar liberando diminutas partículas de plástico que se introducen en nuestros cuerpos pero, ¿qué sucede cuando los microplásticos fluyen por nuestro torrente sanguíneo?
Ocho adultos sanos participaron en un proyecto destinado a explorar la relación entre los plásticos y la presión arterial. El estudio, realizado por un equipo de investigadores del Departamento de Medicina de la Universidad Privada del Danubio en Austria descubrió que la presión arterial disminuyó significativamente cuando los participantes dejaron de consumir líquidos de botellas de plástico y vidrio y bebieron solo agua del grifo durante un período de dos semanas.
Agua de grifo vs. agua embotellada
Concretamente, durante aproximadamente un mes, se les indicó a los participantes que reemplazaran las bebidas embotelladas por agua del grifo. Las mediciones de la presión arterial se realizaron al inicio del estudio, a las dos semanas y al finalizar el periodo de cuatro semanas. Los resultados mostraron una reducción significativa en los niveles de presión arterial en las mujeres, especialmente en la presión diastólica. En contraste, los hombres no experimentaron cambios similares. Una posible razón de esta diferencia es el bajo número de participantes masculinos —solo tres hombres formaron parte del estudio— lo que limita la posibilidad de extraer conclusiones generalizables para ese grupo.
Por tanto, se observaron tendencias notables. Los resultados del estudio sugieren, por primera vez, que una reducción en el uso de plástico podría reducir la presión arterial, probablemente debido a la disminución del volumen de partículas de plástico en el torrente sanguíneo.
“Con base en los hallazgos, que indican una reducción en la presión arterial con un menor consumo de plástico, planteamos la hipótesis de que las partículas de plástico presentes en el torrente sanguíneo podrían contribuir a la presión arterial elevada”, aclaran los investigadores. “Los cambios observados en la presión arterial sugieren que reducir la ingesta de partículas de plástico podría reducir el riesgo cardiovascular”, concluyen.
Como la muestra era más bien pequeña, los científicos apuntan que se necesitan ensayos más amplios con el mismo objetivo: medir la concentración real de microplásticos en la sangre, lo que proporciona una visión más clara de cómo la exposición al plástico podría relacionarse con los cambios en la presión arterial. Para ellos, estos resultados representan una motivación más para examinar estas interacciones con mayor profundidad.
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