«Las mejores formas de reducir la inflamación de todo tipo no se encuentran en el botiquín, sino en la despensa y en el refrigerador«. Así de rotundo se expresaba el doctor Carlos E. Rodríguez Jiménez, responsable de la unidad de Inmunometabolismo, Endocrinología y Nutrición del Hospital Beata María Ana de Madrid, al presentar su libro Inmunonutrición y Bioestilo.
La alimentación no sustituye el alivio de los antiinflamatorios con efecto analgésico frente al dolor de cabeza o articulatorio. Pero sí puede contrarrestar otro tipo de inflamación subyacente que puede estar detrás de estos síntomas y servir de detonante para enfermedades crónicas de gravedad. Los problemas cardiovasculares, metabólicos e incluso varios tipos de cáncer están relacionados con una inflamación sistémica del organismo, y esta, con lo que comemos.
«Muchas veces la comida con un exceso en grasas, alcohol o dulces puede tener parte de culpa» en esa inflamación que se produce a nivel intestinal y daña nuestro sistema linfático, explicaba el especialista. La pauta de alimentación ‘Occidental’, rica precisamente en esos ingredientes inflamatorios, sería la más dañina. Por el contrario otras bajas en grasas y abundantes en fibra, grasas saludables y carbohidratos complejos, como la Mediterránea, serían idóneas para inducir un efecto antiinflamatorio.
En cualquier caso, algún día que otro sin comer, consumiendo únicamente agua, no nos haría daño a la mayoría: después de todo, «comemos más de lo que deberíamos», apuntaba el doctor Rodríguez, y el abuso de calorías también contribuye a la inflamación. Ahora, un nuevo estudio presentado en las Sesiones Científicas 2021 de la Asociación Americana del Corazón (AHA) y a cargo de la Intermountain Healthcare Heart Institute (Salt Lake City, EEUU) confirma que las jornadas de ayuno pueden reducir la inflamación incluso sin cambiar de dieta.
El centro alberga el ensayo WONDERFUL, que originalmente estaba diseñado para evaluar la efectividad del ayuno para prevenir el síndrome metabólico y la diabetes. Entre los marcadores que evalúan los investigadores se encuentran la resistencia a la insulina pero también los niveles de Galectina-3, una proteína vinculada con la respuesta inflamatoria.
«Relacionamos la inflamación con un incremento en el riesgo de desarrollar múltiples enfermedades crónicas, de la diabetes a las coronarias. Fue un alivio comprobar que nuestro plan de ayuno está estimulando al organismo para combatir la inflamación y reducir esos riesgos«, valora el Dr. Benjamin Horne, investigador principal y director de epidemiología genética y cardiovascular del Intermountain Healthcare Heart Institute.
Dos días de ayuno a la semana
Para llegar a esa conclusión específica, el estudio examinó a 67 pacientes entre los 21 y los 70 años que se encontraban en circunstancias prediabéticas, tenían algún otro marcador de síndrome metabólico, o ya habían desarrollado diabetes de tipo 2. Ninguno de ellos estaba tomando fármacos contra la diabetes o estatinas, y tenían niveles elevados de colesterol LDL o ‘malo’.
36 de los 67 pacientes recibieron un patrón alimentario con un calendario de dos días no consecutivos de ayuno a la semana, en los que no podían tomar nada más que agua. Así se mantuvieron durante cuatro semanas, tras lo cual se pasó a un único día sin comer durante otras 22 semanas. Los otros participantes sirvieron de grupo de control sin cambiar ni su alimentación ni sus hábitos.
Cumplidas 26 semanas, los niveles de Galectina-3 habían aumentado en el grupo de paciente que ayunaba. También presentaban menores niveles de resistencia a la insulina y de síndrome metabólico, una mejora equiparable según los investigadores al uso de fármacos. «Al encontrar estos niveles superiores de Galectina-3 en los pacientes que ayunaron, los resultados apuntan a un interesante mecanismo involucrado potencialmente en la reducción del riesgo cardiovascular y diabético», apunta Horne.
Aunque la idea de pasar un día a la semana sin comer aterrorice a muchos, el investigador principal asegura que no es una «forma drástica de ayuno». Y para demostrarlo, asegura que todos en el equipo la siguieron también para asegurarse de que era factible. «La mejor rutina es la que los pacientes pueden seguir a largo plazo, e incluso el ayuno ocasional puede tener efectos saludables positivos«.
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