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La pandemia de covid ha sido el detonante del interés por la salud mental. Aunque ahora cada vez haya más personas que admiten su malestar psicológico y su impacto en la salud física, los médicos conocen, desde hace muchos años, que la salud es un concepto global. La OMS, en 1946, definió: “La salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Una premisa que se ha ido diluyendo a lo largo tiempo, cediendo terreno a los aspectos más materiales y dejando a un lado la vertiente más personal.

Años antes de la pandemia, esta deriva disparó las alarmas de algunos sectores académicos, y científicos de diferentes disciplinas estudiaron las consecuencias de dejar a un lado lo psicológico. Surgió el concepto de florecimiento humano, que incluye cinco rasgos: satisfacción vital; salud mental y física; sentido y propósito en la vida; carácter; estado financiero y calidad de las relaciones personales. La Universidad de Harvard es una de las instituciones más comprometidas con esta corriente y en 2016 puso en marcha el programa Human Flourishing. “En Harvard definimos como florecimiento vivir en un estado en el que todos los aspectos de la vida sean buenos. Es lo que buscamos como personas y a lo que deberíamos aspirar como sociedad”, declara el profesor de epidemiología y director del programa, Tyler VanderWeele.

Por tanto, el programa revoluciona el concepto de salud tal y como la mayoría de la población lo entendemos ahora. El equipo de VanderWeele ha desarrollado diferentes estudios que dan aval científico a sus postulados, y ahora, de la mano de la compañía Gallup, ha puesto en marcha un estudio global que incluirá a 200.000 personas, de 22 países (incluida España), de las que recogerá sus datos una vez al año durante cinco años. “El objetivo es ver los determinantes y la dimensión del florecer. Será interesante ver las diferentes realidades”, ha anunciado en el Colegio de Médicos de Madrid, donde ha impartido la conferencia ¿Y si la salud es algo más?, organizada conjuntamente con la Universidad Internacional de La Rioja.

El experto señala al uso abusivo de la tecnología como uno de los grandes responsables de la mala salud de la población, especialmente de los jóvenes, y lanza una afirmación inquietante: “Nuestros estudios han detectado que los jóvenes españoles de entre 18 y 25 años son los que reportan niveles más bajos de bienestar”, y para cambiar esta realidad (que se repite en otros países), “se deben implementar políticas que resuelvan el problema”.

Entre las medidas, propone una vuelta al humanismo de la medicina, y con la definición de la salud de la OMS, el médico debe encargarse “de la salud de la persona (florecer) y luego de la salud del cuerpo”. Si bien, advierte, “el médico no debe ocuparse de todos los aspectos del florecimiento [familia, trabajo, educación y religión] porque no es ni un sacerdote, ni un consejero matrimonial, ni coach. A veces ayuda, pero no es su objetivo”.

 

Insiste en la relevancia del florecer, porque “a los pacientes les importan muchos aspectos de su vida; es un toma y daca, y el bienestar psicológico afecta a la salud física y el florecer da por supuesto que va a proteger a la persona en su totalidad”.

Mejorar la salud pública

PREGUNTA. ¿Cómo fomentando el bienestar y la salud en las personas se puede mejorar la salud pública?

 

RESPUESTA. Varios aspectos del bienestar afectan también a la salud física. Por ejemplo, un metaanálisis que analizó 10 estudios sugirió que tener un sentido de propósito en la vida se asoció con una disminución del 17% de la mortalidad por todas las causas; aliviar la soledad se traduce en una reducción del 25% de la mortalidad por todas las causas, y el sentimiento de felicidad mejora la salud un poco menos del 10%. En cualquier caso, las relaciones sociales y la felicidad contribuyen a la salud física.

 

P. Sin embargo, las políticas de salud pública que promueven el bienestar emocional se quedan muy cortas, en mi opinión.

 

R. Hoy en día, la política, a menudo, se basa en consideraciones económicas (también en el ámbito de la salud); pero el bienestar humano es más amplio, y debe incluir la felicidad y las relaciones interpersonales. Creo que la política debe ampliar la lente de los aspectos del bienestar que tiene en cuenta.

 

P. En este escenario, ¿cómo encaja el desarrollo de las redes sociales, la telemedicina, la inteligencia artificial? Da la sensación de que la sociedad, por una parte, se deshumaniza y, por otra, cada vez necesita más las relaciones entre personas…

 

R. A menudo estamos demasiado centrados en las tecnologías; en cambio, tenemos que centrarnos en las comunidades y en las relaciones. Las investigaciones científicas apuntan a que las comunidades -familia, trabajo, religión y educación- son fundamentales para la el bienestar de la población y eso contribuye a la salud. Cuanto más tiempo se está en las redes sociales, menos tiempo se dedica al cara a cara.

P. ¿Cómo se convence a una sociedad altamente dependiente del móvil de que es necesario fomentar las relaciones cara a cara?

R. Creo que parte del trabajo es educar a la gente sobre los efectos negativos de las redes sociales y los efectos positivos del compromiso y la comunidad -la evidencia científica ahora para ambos es bastante fuerte-, y para esto hay que diseñar políticas. No se trata de convencer, sino de presentar evidencia científica.

Humanizar la tecnología

P. Los jóvenes son los que están más enganchados y al tiempo son los que tienen peor salud mental.

R. Algunos de los desafíos más importantes en salud mental y física tienen que ver con la tecnología (hay pruebas científicas y en especial en los jóvenes). Hay que animar a los jóvenes a que asuman responsabilidades y pasen menos tiempo conectados. Los colegios deberían hacer que los niños entreguen el móvil en la entrada; esto sería bueno desde el punto de vista pedagógico y también para la salud.

P. Los médicos también participan de estas relaciones tecnológicas, y ahí están la telemedicina, el uso de la IA para determinadas especialidades, etc. ¿Cómo puede el médico desarrollar su faceta más humanista y recuperar el cara a cara con el paciente?

R. Es una pregunta complicada. Se debe promover el bienestar en el trabajo de la sociedad, no solo de la medicina, aunque es cierto que los médicos tienen un papel importante que desempeñar. Cualquier médico puede hacer, al menos, una historia social muy breve para ver qué formas de participación tienen sus pacientes y si están involucradas o no. Los facultativos deben explicar los beneficios para la salud de las relaciones sociales y fomentar la prescripción social. Esto se hace en el Reino Unido para evitar el aislamiento y podría servir como modelo para otros lugares. Esto en cuanto a los médicos de familia, pero el papel del psiquiatra es, potencialmente, aún mayor.

El médico no es responsable de la educación de sus pacientes, pero sí de educarlos en la importancia de las relaciones personales.

P. Lo que propone es un cambio de concepto que involucra a toda la sociedad.

R. Sí, es algo que nos corresponde hacer a la sociedad. Los médicos y los psiquiatras no son los únicos responsables; estas ideas tienen que empapar el mundo laboral, el mundo de la política y el de la medicina también. Luego está la responsabilidad del individuo, que tiene que poner de su parte.

P. ¿Cómo podemos utilizar la tecnología de un modo más humano, no solo en medicina?

R. A los médicos se nos exige mucho: durante la formación tenemos que aprender mucho conocimiento científico; después muchas habilidades técnicas, relaciones humanas (los aspectos del humanismo son importantísimos). Hay que conseguir un equilibrio entre todos esos aspectos.

Sin embargo, no debemos olvidar que algunos de los desafíos más importantes a los que nos enfrentamos cuando hablamos de salud mental y física tienen que ver con la tecnología; por tanto, en las evaluaciones de salud, habría que preguntar sobre el uso de las redes sociales, igual que preguntamos cuántas copas bebes a la semana. No es obligar a nadie a que haga algo, pero sí a que piense sobre su vida.

El médico puede también plantear la pertinencia de la investigación y las consecuencias en salud mental de un abuso de participación en redes sociales, que yo creo que sí es un problema, sí es una realidad de nuestros jóvenes y los tenemos que ver desde estos ángulos los clínicos y también en las facultades.

P. Entonces, ¿el médico puede influir en la salud mental de sus pacientes advirtiendo del abuso tecnológico?

R. Si los médicos y psiquiatras planteáramos a nuestros pacientes un uso correcto y no excesivo de redes sociales, sería un paso muy útil para abordar una atención más comprensiva de la persona en su totalidad

https://www.alimente.elconfidencial.com/bienestar/2024-02-26/tyler-vanderweele-profesor-harvard-florecimiento-humano_3836542/