La composición de la flora intestinal de los neonatos no está condicionada por el tipo de parto, sino por la alimentación de las madres durante la gestación.
Cada vez es mayor el número de estudios que constatan que la flora intestinal –esto es, el conjunto de especies bacterianas, en su mayoría beneficiosas, que habitan en nuestros intestinos– juega un papel fundamental en la regulación de muchas de las funciones vitales de nuestro organismo, caso del metabolismo y de la actividad del sistema inmune. Y asimismo, que el desequilibrio en la composición de esta microbiota intestinal, esto es, que haya más o menos bacterias ‘buenas’ o ‘malas’, se asocia a un mayor riesgo de desarrollo de distintas enfermedades, entre otras las cardiovasculares, la diabetes, la obesidad y distintas patologías autoinmunes. De ahí la importancia, crucial, de contar con una microbiota intestinal ‘saludable’ y ‘equilibrada’. Y a ser posible, ya desde el mismo momento del nacimiento. Y en este contexto, un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico Dartmouth-Hitchcock en Lebanon (EE.UU.) muestra que la composición de la flora intestinal de los neonatos se encuentra condicionada no tanto por que su alumbramiento fuera ‘natural’ o por cesárea, sino por la alimentación de sus madres durante el embarazo.
Como explica Sara Lundgren, directora de esta investigación publicada en la revista «Microbiome», «nuestro trabajo demuestra una asociación entre un factor realmente modificable, como es la dieta materna, y el microbioma oral del bebé. Este descubrimiento puede ser clave para el desarrollo de recomendaciones dietéticas basadas en la evidencia para las mujeres embarazadas y lactantes».
Patrones bacterianos
En el estudio, y en primer lugar, los autores analizaron la composición de la flora intestinal de 97 bebés de seis semanas de edad y nacidos por parto natural. Y lo que observaron es que este microbioma se componía sobre todo por especies bacterianas de la familia ‘Enterobacteriaceae’ –o ‘enterobacterias’, en torno a un 20% del total– y de los géneros ‘Bifidobacterium’ –o ‘bifidobacterias’, 18,6%–, ‘Bacteroides’ –10,4%– y ‘Streptococcus’ –o ‘estreptococos’, 8,1%–. Sin embargo, la ‘abundancia’ de uno u otro ‘grupo’ de bacterias no fue uniforme en todos los intestinos de los bebés. De hecho, los autores identificaron tres ‘patrones’ diferentes: un patrón en el que había una gran cantidad de bifidobacterias; un segundo con una gran abundancia de estreptococos y bacterias del género ‘Clostridium’; y un tercero con una gran concentración de ‘Bacteroides’.
En segundo lugar, analizaron el microbioma intestinal de 48 neonatos que, igualmente de seis semanas de edad, habían sido alumbrados por cesárea. Y lo que vieron es que si bien los cuatro ‘grupos’ de bacterias seguían siendo los predominantes, los patrones diferían de los nacidos por parto natural. Concretamente, los tres patrones de la flora intestinal de estos 48 bebés se caracterizaban por una gran abundancia de bifidobacterias; una gran cantidad de bacterias del género ‘Clostridium’ y una baja concentración de estreptococos; y una elevada presencia de enterobacterias.
Entonces, ¿puede concluirse que la composición de la flora intestinal de los bebés se encuentra fundamentalmente condicionada por el tipo de parto? Pues no. De acuerdo con los resultados, el factor más determinante es la alimentación de la madre.
En los nacidos de parto natural, la probabilidad de una mayor cantidad de estreptococos y bacterias del género ‘Clostridium’ –patrón dos– se incrementó hasta 2,73 veces por cada pieza de fruta diaria adicional consumida por las madres durante la gestación. Además, la cantidad de bifidobacterias en la microbiota, si bien disminuyó en los niños alumbrados por parto natural cuyas madres comieron mucha fruta durante la gestación, se incrementó en los bebés nacidos por cesárea cuyas madres consumieron mucha carne roja o procesada. Es más; en el caso de los bebés en los que se recurrió a la cesárea, la probabilidad de encuadrarse en el patrón dos –gran cantidad de bacterias del género ‘Clostridium’ y baja concentración de estreptococos– aumentó 2,36 veces por cada lácteo adicional consumido por las gestantes.
Dieta maternal
En definitiva, parece que la composición de la flora intestinal de los bebés se encuentra condicionada por el tipo de alimentación seguido por las madres durante el embarazo –si bien, tal y como puntualizan los autores, no debe descartarse la posible influencia de la dieta adoptada por las propias madres durante la lactancia, pues los neonatos contaban ya con seis semanas de edad.
Como concluye Sara Lundgren, «en nuestro trabajo analizamos a los bebés nacidos por parto natural y por cesárea en grupos separados dado que ya sabíamos que la transferencia de la microbiota maternal al neonato tienen lugar durante el parto vaginal, pero no durante la cesárea. Así, esperábamos que los resultados difirieran en función del tipo de parto. Pero nos sorprendió que la abundancia de algunos microorganismos se incrementara con el consumo maternal de ciertos alimentos en un grupo y, a la vez, se redujera en el otro».
https://www.abc.es/salud/habitos-vida-saludable/abci-dieta-embarazo-condiciona-flora-intestinal-bebe-201807051427_noticia.html