La metástasis cerebral es uno de los grandes muros a los que se enfrenta la Oncología, una de sus últimas fronteras. A día de hoy, cuando un cáncer se ha extendido al cerebro, es muy difícil atajar su avance y, aunque las terapias han ido mejorando, apenas un 20% de pacientes puede beneficiarse de alguna de las alternativas disponibles.
El Grupo de Metástasis Cerebral del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) lleva años buscando la manera de derribar ese muro y, tras mucho esfuerzo, ha conseguido por fin provocar una grieta en sus cimientos, abriendo una nueva y prometedora vía terapéutica.
En concreto, el equipo liderado por Manuel Valiente ha demostrado que la silibinina, un compuesto derivado del cardo mariano, es capaz de reducir las metástasis cerebrales sin provocar efectos adversos.
Los resultados de la investigación «son aún muy preliminares», advierte Valiente, pero suponen «una prueba de concepto» de que el compuesto podría convertirse en una nueva alternativa eficaz y segura para frenar la metástasis cerebral.
«Esta manera de abordar la metástasis cerebral, en lugar de atacar directamente a las células del cáncer, lo hace de forma indirecta», explica el investigador.
Su grupo lleva mucho tiempo estudiando el papel del microambiente del cáncer, del contexto celular que rodea a un tumor. Por ejemplo, ya sabían que ante una metástasis, el ambiente del cerebro se altera, cambian algunas de las células que están en los aledaños del cáncer, como algunas subpoblaciones de astrocitos, que entran en un estado reactivo. Pero en este trabajo han podido ir más allá y han probado que en parte de estos astrocitos reactivos se enciende una vía de señalización, denominada STAT3, que resulta fundamental para favorecer la acción del cáncer y establecer un ambiente prometastático. Los detalles del trabajo se han publicado en el último número de ‘Nature Medicine’.
Con estos datos en la mano, estudiaron distintas formas de bloquear STAT3 para, en definitiva, acabar con el microambiente favorable a la metástasis. En modelos animales comprobaron que era posible apagar con éxito esa vía de señalización mediante ingeniería genética. Seguidamente, quisieron comprobar si se podía hacer lo mismo utilizando fármacos y mediante una plataforma de evaluación simultánea de compuestos, testaron la utilidad de la silibinina, cuyo papel antitumoral ya era conocido.
Los resultados en el laboratorio con el compuesto fueron tan favorables que los investigadores consiguieron una autorización para su uso compasivo en 18 pacientes con cáncer de pulmón y metástasis en el cerebro. Según los datos del trabajo, el 75% de los pacientes consiguió una reducción significativa de las metástasis. Además, la supervivencia media de los tratados fue de 15 meses, mientras que se situó en cuatro en el grupo que se estableció como control.
El compuesto, un nutracéutico que se administra por vía oral, no produjo efectos adversos. «Es una molécula muy interesante y con gran potencial, pero hay que seguir con la investigación», señala Valiente, quien lamenta que de momento su grupo no ha encontrado la financiación necesaria para continuar.
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